Buscar



La vie sans l'air

18/10/10

Descubrí hace algunos años que las palabras sufren de oxidación prematura.
Cuando las dejas salir de tu cabeza, cuando las perfilas con sonidos que recluta tu garganta y las liberas, el oxígeno las corrompe.
Un proceso anabólico convierte lo que era un pensamiento simple, en una frase compleja que titubea entre movimientos rápidos de manos y brazos.
No me sé explicar o tu no sabes escucharme?
Lo mismo es un medio camino entre medias tintas. Mientras creo que digo demasiado, tu sientes que digo poco sobre lo que tu quieres escuchar.
Así podemos pasarnos la vida. Discutiendo sobre cosas cosas que no quiero decirte y cosas que tu quieres que te diga.
Está claro que la comprensión es un juego al que no sabemos jugar.
Mientras bailas con la más fea, yo quemo contenedores al más puro estilo anárquico. Y pienso que menuda suerte tiene la tipa esa, no por ser fea, sino por bailar contigo. Pero claro, eso no te lo digo.
Y tu, me llamas para gritarme cosas que me duelen a mi, pero más a ti.
Pero eso, tampoco te lo digo.
Para luego disculparte entre palabras como "yo" y "tu".
Con el "tu" siempre detrás, porque es tu forma de darme collejas.
Diciendo sin decir que es culpa mía, pero que te culpas a ti.
Y te crees que me lo creo, porque es lo que yo pretendo que creas.
Lo que sea por no discutir.
Empezamos hablando a voces. Agudas a veces, con palabras graves que llegan al fondo de lo más profundo de cada gota sangre. Y se queman en las paredes de las venas.
Todo lo que dices, la forma en que lo dices, se queda aparcado en un huequito entre los ojos y las palmas de las manos.
Seguimos hablando en serio de cosas que suenan a broma; como aquella vez que viniste a buscarme a mi casa, pensando que me había muerto porque me llamaste 15 veces y no te cogí el móvil porque me lo había dejado en tu coche.
Al final te ríes por no llorar, porque a medida que tu te enfadas, a mi me entra esa risa nerviosa que te saca de quicio y hace que me des con la puerta en las narices.
Terminamos con monosílabos y "no tienes nada que decir?"
Después termina la tormenta con calma que dura días, a veces meses o años.
Y un buen día, o malo según lo mires, empezamos de nuevo la ronda cíclica de sucesos que nos llevan al mismo portal, diciendo las mismas cosas. Mientras pienso que no es ahí donde quiero estar y que no es ahí donde tu debes decidir sobre que hacer con tu vida.
Definitivamente, esa luz de la que hablas, sólo existe porque tu la miras.
Sin ti, sólo queda oscuridad, y la prueba la tienes en que siempre que no estás, acabo comiendo grava en cualquier carretera.
Pero… y aquí viene lo que no te digo y tu quieres oír, prefiero seguir a oscuras a que me ciegue la luz y que me defraude (o te defraude) lo que se ve bajo la claridad del día.
Créeme si te digo que lo siento, todo.
Pero nos hemos mareado dando vueltas una y otra vez sobre el mismo eje.
Y digamos lo que digamos sólo suena a verdad yerma y por necesidad.

Creo… que es hora de tirar llaves de puertas que no te llevan a ningún sitio.



-- Yo quería que fueras libre. --



Prin(cesas)

4/10/10


De princesas va la cosa.
De princesas de pelo largo y vestidos de fiesta que juegan a destrozar corazones.

Aunque lo mismo... lo mismo va de corazones que se desgarran y desvelan sus desnudas fibras al aleteo de unos parpados que confunden brújulas y estrellas.
Las vísceras no mienten; su forma, su reacción y las acciones que han prescrito no sólo hablan de su dureza sino de lo endebles que fuimos antes.
Ciegos necios de manos tristes y envejecidas que mueren al contacto de una piel distinta a la propia.

Mientras, un trovador con un sombrero de ala ancha, nos canta en manga corta nuestra desafinada historia que verso a verso se resta a menos leyenda.
Serás un cuento infantil, le dijo.
Cuando tus recuerdos toquen fondo, ahogarás tus penas en vodka barato y mujeres más baratas todavía.

Porque desde el pozo ha dejado de verse la salida. La noche ha camuflado la luz que te guiaba y ahora, tan sólo te resignas.
A ver pasar la nada de la mano de la vida mientras charla con el amor de un juego en el que no eres ni la princesa ni el villano.
No hay más sueños que cumplir si dejas de soñar.

Lástima jugárselo todo a un farol de besos y quedarte siendo sapo. Habiendo jugado hasta las cuencas de los ojos.

Tal vez otra oportunidad? Las princesas no repiten juego.
Están demasiado aburridas paseando por sus nobles jardines llenos de pobres súbditos enamorados de su vida.
Riendo a carcajadas mientras hablan del inepto que creía que podía tener un reino al lado de una reina siendo sólo un sapo que escribía versos a la luna.
Ni poetas ni hadas.
Ni cuentos ni veranos.
Sólo otoños de desnudos frívolos que se visten de primavera y se van marchitando hasta el invierno.
Como flores sin tierra.
Hielo que nunca se deshiela y agua que nunca hierve.
Celos que no son celos sino miedo.
Y miedos que son más cobardes que todas las lunas nuevas.
Para la princesa que no desgarra un corazón no existe la gloria eterna.

Y tú, vasallo, escondes tras cada achique de cabeza un minuto de reposo en el fondo del pozo que sin saberlo, tú mismo cavaste.
Como dicen, los sueños, sueños son. Y aunque lo callen, las princesas no son para los sapos, son para crueles villanos de armadura negra y negro escudo, y más negro corazón.
Quédate si quieres esperando el cuento.
Yo por si acaso, me resigno a trovador.





-- Tenía que encontrarme contigo. Esa era la señal. Me has salvado la vida. --