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No hay manera...

10/2/10


Quería decirte algo que nunca le hubiese dicho a nadie, pero la palabra “Zeppelin” sonaba demasiado extraña.
Aunque me conformaba con un color desconocido, un lugar deshabitado o una canción que escribiera alguien hace tiempo y que hubiese permanecido sorda desde entonces.
Quería ser alguien distinto a quien soy, alguien que hablara tu idioma y entendiera tus sonrisas. Todas ellas. Deseaba que me gustasen esas cosas que te hacían feliz. Pretendía transformar el tiempo en espacio para caminar contigo lo largo y ancho del universo.

Queríamos ser mejores para ser otros, que acabaron siendo peores que los originales.

Eran tantos condicionales, que no pudo ser. No podremos dormir de día, ni silbar por las mañanas. No habrá más canciones de desayuno ni barcas corroídas por la vejez. Tendremos venas azules y verdosas por las que caminará el rojo de nuestro oxigeno, seremos mortales y desdichados.
Frenaremos el tiempo en nuestra cabeza, mientras divagamos con una vida mejor, justo antes de dormir.
Seguiremos preguntándonos que sería de nosotros si fuésemos otros, con otra vida.
Y soñaremos, a veces con recuerdos y otras con ilusiones. Nunca sabremos si la ciencia del sueño es aplicable a la ciencia del ensoñamiento, o si amar significa lo mismo que querer.
Cuando las condiciones dejen de ser ajenas, el pasado estará tan lejano que será imposible recordar de qué color eran sus ojos.
Pero ahora, cuando el tiempo va contorneando cada tic tac, sé que aunque mañana no recuerde lugares, o momentos, recordaré que existió un pensamiento, que aunque puede que fuese efímero, sólo te perteneció a ti.




-- Soy feliz cuando no quiero estar en otro sitio más que donde estoy. --



Instrucciones para dar cuerda a un reloj

3/2/10




Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire.
No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora
de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito  desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que
te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar, Cuentos Completos 1996.


-- No quiero verme condicionado por mi entorno, quiero que mi entorno se vea condicionado por mi.--